
En 2006 empecé a trabajar como entrenador en un club modesto en Gotemburgo, Suecia. Tuve 19 años. Nunca pensé que la decisión de hacerme entrenador me afectaría tanto, por lo malo y lo bueno. 16 años después me doy cuenta de que es la primera temporada que inicio sin entrenar un equipo.
IF Warta, así se llama el club donde empecé mi carrera como entrenador. Una decisión que me dejaría vivir mi sueño de ser profesional, primero en los Estados Unidos y segundo, en la Escola del FC Barcelona.
Cuando firmé el contrato con el Barça en 2016 usé un boli que me había regalado mi padre. Él murió de cáncer en 2005. No me lo podía creer que yo, de todo el mundo, tuve la oportunidad de realizar aquel sueño. Lamentablemente, esto fue el inicio del «fin» de mi carrera como entrenador.
Siendo entrenador en el Barça fue la primera vez que trabajé para un club en España. Con toda la experiencia de trabajar en Suecia y los EEUU sabía que podía aportar algo bueno. Siempre había admirado al fútbol español, especialmente por la época desde los 2000 hasta hoy. Me doy cuenta de que son 22 años. Cómo pasa rápido el tiempo. Sigo pensando en el Depor-Porto de 2003. Un derbi auténtico en la semifinal de la Champions. Una Champions que ganó el Mónaco. El fútbol era diferente entonces.
Mi imagen del fútbol español, especialmente del catalán, era sobre el alto nivel y la gran organización que había. Nunca pensé que me iba a decepcionar tanto. Sí que es verdad que mucho depende con quien trabajas. Eso puede hacer la gran diferencia entre disfrutar y no disfrutar. Hay que pensar en que trabajamos con niños. Si nosotros no estamos contentos, ¿cómo podemos pedir que los críos lo sean?
A veces pensaba que era yo él que hacía mal. O que por ser extranjero no encajaba en la cultura futbolística en España. Luego me di cuenta de que no era así. Me di cuenta de que el fútbol aquí está enfermo. Y gravemente.
El lenguaje en los campos, el tratamiento de los árbitros, espectadores (especialmente padres) con objetivos irrealistas y el pensamiento de que mandan de todo, clubes cuyos objetivos son más económicos que formativos y muchas más cosas.
¿Os parece normal que vengan a fichar jugadores de 8-9 años?
Puedo entender, por un lado, cuando venga el Barça o el Espanyol, o quizá el Girona, que sea muy atractivo jugar allí por ser clubes de Primera División. Pero qué no nos engañemos, nuestros niños ni niñas no juegan en Primera. Juegan en un equipo de fútbol de fútbol base.
Un gran ejemplo es que el Barça juega contra el Sants, o, en el femenino, contra el Santa Susanna, un pueblo con 3.000 habitantes. Además, en el femenino, ya hemos visto al Barça y al Espanyol poniendo sus equipos del Alevín e Infantil en la competición masculina por el simple hecho de que quieren una competición más competitiva. Volvemos al grano. Si no ficharan a todo el talento, no vaciarían a la competición por el suyo.
Ni vamos a hablar de los fichajes entre clubes rivales/clubes del pueblo de al lado por el hecho de intentar convencer a los padres que éste, ése o aquel sea mejor.
¿Cambiar de club para subir una categoría?
¿Quitar los niños de los clubes donde juegan sus amigos?
¿Para qué?
En 2019 cambié de club para meterme 100% en el fútbol femenino aquí. Tuve la suerte de encontrarme con un grupo de chicas muy buenas, tanto como jugadoras como personas. Además, tuvimos un grupo de padres muy bueno que siempre estaba dispuesto a ayudar y apoyar en cualquier momento.
Tuve aún más suerte de poder trabajar con Alicia Fuentes, actualmente entrenadora en su ciudad natal de Málaga. Es sin duda la mejor experiencia que he tenido en Cataluña. Aprendí más de ella que de todos los demás en conjunto y nadie me ha hecho sentir tan agradecido y apreciado como ella me hizo sentir.
Trabajábamos tan bien juntos hasta cortarnos el pelo literalmente el mismo día sin haberlo hablado antes y luego enterarnos de ello en el entrenamiento.
Nuestro último partido juntos fue en marzo de 2020. Ganamos 10-0, pero el resultado era de los menos. Fue un partido de perfección por las niñas. El partido el fin de semana siguiente fue cancelado por la pandemia. Y así acabó la mejor experiencia que he tenido aquí.
Fue la temporada en la cual volví a tener pasión por el fútbol y ser entrenador. Algo pasó durante la pandemia. Una madre una vez dijo: «Mi hija tiene 16 años, pero por la pandemia parece como si todavía tuviera 14. Y pedir a alguien que mentalmente siga teniendo 14 años a hacer cosas de alguien de 16, pues no funciona.»
El fútbol base no ha sido el mismo que antes de la pandemia. Por un lado, se ha convertido en algo mejor. La Federación Catalana de Fútbol ha implementado varios cambios como por ejemplo ofrecer fútbol 11 para el Cadete Femenino y cambiar que, a partir de la temporada 23-24, las categorías irán por año nacido y no por categorías. Ese cambio sí que afectará mucho al fútbol para ser mejor y más justo.
Por el otro lado, el fútbol ha perdido su sentido. «Ganar, ganar, ganar», ha vuelto a penetrar la cabeza de todos. Tengo que decir gracias a todos los padres que nos mandan vídeos de sus hijos marcando goles. No es sobre «ganar, ganar, ganar», sino sobre la posibilidad de disfrutar del momento. La pandemia nos robó del fútbol (bueno, el Gobierno en realidad) y nunca podré imaginarme volver a perderlo. No lo deseo a nadie.
Pido a todo el mundo que lea esto: enseña a los niños y a la gente que disfruten marcar goles, que hagan buenas paradas y todo lo que entrenan. Pero que al final el resultado en el marcador da igual. Los entrenadores no enseñan pases, chutes o paradas para ganar partidos. Los enseñan para hacer justamente esto: pases, chutes y paradas.
Yo pienso en los padres de Iniesta. Cuál creéis fue el momento más orgullos: ¿cuándo marcó el gol en la final contra Holanda?, o, ¿cuándo hizo su primer pase, o chute, o parada, que seguramente hasta Iniesta ha sido portero aquel día en el campo? Por ser padre, la respuesta para mí es bastante fácil. Ojalá fuera tan fácil para los demás también. Quizás algún día lo será.
Pues nada… después de una gran reflexión y un tiempo pensando en escribir un poco sobre la sensación que tengo, pues aquí os dejo una parte. Esta temporada será la primera en 16 años que no entreno un equipo de fútbol. Si volveré a hacerlo no lo sé. Pero una cosa sí que sé con seguridad: el fútbol catalán está enfermo… ojalá haya algún día una cura. Todo depende de nosotros.
¿Podemos lograrlo?
Cal veure’l per creure-ho de veritat. Hay que verlo para creerlo de verdad. Lo único que tengo claro es que amo al fútbol catalán. Tengo mucho cariño a los clubes y a toda la gente involucrada en ello. Viendo la cosas malas me hace triste como si hicieran daño a un amigo o a un familiar. Pero el fútbol catalán, a pesar de estar enfermo, nunca morirá. No lo vamos a dejar pasar. Hemos de cuidarlo. Es nuestro. Y nadie nunca, ni una pandemia, nos lo va a quitar.
Visca el futbol català, ahir, ara i per sempre.
Viva el fútbol catalán, ayer, hoy y para siempre.