
La vida es frágil y la tenemos que cuidar. Lo mismo pasa en la vida futbolística. Es corta y hay que disfrutarlo mientras podemos.
Vi un vídeo el otro día. Fue sobre un tema que me llamó mucho la atención. El psicólogo pregunté a los participantes: ¿Si os diera 1.000.000 de euros, lo aceptariais?
Todos contestaron que sí. Luego preguntó: «Si o diera 10.000.000 de euros, pero el día siguiente ya no vais a despertaros nunca más, lo querríais? Todos contestaron que no.
Entonces, el psicólogo preguntó: Si es el caso que os negariais 10.000.000 de euros solamente para poder despertaros la mañana siguiente, ¿por qué no nos alegramos cada ves que nos despertamos? El salón se quedó en silencio.
Lo mismo podemos decir del fútbol. En un instante puede que acabe. Todos estos años jugando, luchando y trabajando para llegar a tener éxito. Un día ya no vamos a poder jugar al fútbol. Un día el cuerpo diría, ¡Alto!
Hay tanta presión en los niños y niñas de jugar y llegar a ganar y un día hacerse profesionales que olvidamos lo que es importante: disfrutar cada día que podemos jugar.
Acabo de cumplir 36, pero mis días de futbolista acabaron hace muchos año. 17 para ser exacto. Me hice entrenador porque no quería abandonar al deporte que amaba. Hace unos 12 años, cuando tenía 24, volví a jugar y me sentí muy bien físicamente. Mi técnica había mejorado mucho, pero los problemas seguían. Mi rodilla no aguantaba y al final tuve que decir adiós.
Cada día, futbolistas que llevan desde pequeños jugando, tienen que dejarlo, por varias razones. Sin importar el nivel, vemos a todos en lágrimas por saber que esto es el fin. Algunos toman la decisión ellos mismos, y a otros se la toma por ellos.
Como adultos, quizás es hora de pensar en los pequeños. Dejar de poner tanta presión. ¿Para qué? No va a servir a nadie si al final dejan de disfrutarlo y deciden no seguir. Tomar la decisión de no volver a jugar es difícil. Convencerse de volver a jugar una vez haberlo dejado, es casi imposible. Especialmente hablando de niños. Si quitamos la ilusión de divertirse y de disfrutar los momentos, ya seremos nosotros los culpables de acabarlo por ellos.
¿Queremos que sigan jugando? Si la respuesta es «Sí», que les dejemos jugar de su manera. Si soy el entrenador de un equipo, solamente me voy a concentrar en ello. Es mi trabajo de enseñar y hacerles disfrutar. Nada más. Y cualquier equipo que no sea el mío, ni lo voy a hacer caso.
El mismo mensaje quiero transmitir a los padres, familiares, amigos etc. Si el equipo no es vuestro, si no jugáis ni entrenáis, os ruego de no meteros mientras que no haya injusticias por abuso, tanto mental como físico. Y la manera es a través del club. No comportarse mal en un entrenamiento o partido de fútbol.