El fútbol base es un baúl viejo y desgastado, de aquellos que salen en las películas de época, esos baúles de al lado de los containers de basura en los que nadie se fija, un baúl que ve pasar el tiempo lentamente, pero ese viejo y desgastado sobrevive a los tiempos, porque no solo juega con un balón, también juega con nuestras emociones.
El fútbol base, donde cada día, padres y madres, hacen de Scout de sus propios hijos/as, observando sus mejoras, sus carencias, sus logros y sus frustraciones, pero, por encima todo, las emociones que el fútbol genera en todos ellos.
Y es que el fútbol base es eso, una caja sorpresa repleta de emociones que cambian tras cada encuentro, tras cada entrenamiento, tras cada acción, pero, ¿cuanto cuesta poder sufrir/disfrutar de esas emociones?
Cualquier estudiante de marketing sabe que donde hay emociones hay una fuente de ingresos.
Los que tengáis ya unas décadas sabréis que antes el que quería jugar a fútbol jugaba «gratis» en cualquiera de los campos de arena de cualquier barrio de cualquier ciudad. Esos campos de fútbol que apenas necesitaban mantenimiento, más que tapar algún agujero y remarcar la línea de cal.
Con la llegada del césped, del riego automático, la mejora de instalaciones, la «profesionalización» de los clubes, el cambio de políticas económicas de ayuntamientos, todos estos cambios y la afluencia de «listillos», que siempre los ha habido, dentro de los clubes de fútbol base, hace que la práctica del fútbol haya pasado de ser algo «gratis» a tener que costear; fichas, equipaciones, desplazamientos, entrenamientos, etc.
En la actualidad, cualquiera que esté dentro de este mundo, puede observar cómo están ciertos clubes de fútbol: campos donde entrenan hasta 8 equipos de F7 a la vez, u otras combinaciones para sacar el máximo rendimiento por hora al campo de césped, equipos sobredimensionados para ganar más cuotas, instalaciones poco salubres (barracones, lavabos sucios, etc.) y terrenos de juego para que haya lesiones graves.
Por suerte no son la mayoría, porque aún quedan ayuntamientos decentes y clubes que miran al beneficio del jugador y no al propio.
Por norma general, desconfíen de clubes masificados donde entrenan muchos equipos a la vez en el mismo tiempo (muchos jugadores/as no significa que sea un buen club), desconfíen de clubs que no tienen primer equipo y desconfíen de clubs que dicen que no compiten y que solamente forman jugadores/as, y por supuesto, desconfíen de los clubes que tengan estas tres premisas.
Otro día ya hablaremos de entrenadores, sueldos y beneficios.
/El del pito en el culo