El otro día visitamos el campo de Canyelles en Barcelona hablando sobre el fútbol y las actividades sociales con el Presidente del club: «Aquí no cerramos. Dejamos que los niños vengan a jugar».
Las nubes se estaban acercando desde el norte y ya se oía el concierto de las nubes de lejos. En Barcelona nos encontramos con un club modesto entre las salidas 3 y 4 de la Ronda de Dalt en una colina con vistas hacia el Carmel y los bunkers.
El ambiente estaba muy tranquilo hasta poder escuchar a los pajaros cantando. El Presidente, Carlos, un hombre sincero y honesto con pasión a que todo el mundo tenga un sitio de llamar su segunda casa, cuenta que siempre quieren tener el campo abierto ya que da un espacio libre a los niños y jóvenes del barrio.
«Somos como una gran familia. Aquí todo el mundo se puede sentir bienvenido».
Mientras muchos campos están cerrados y ayuntamientos fuera de la ciudad piden muchísimo dinero por hora fuera del horario normal de los clubes locales, en Canyelles piensan que no hay nada más importante que el compañerismo y las actividades sociales espontáneas.
Ojalá más sigan este ejemplo.
