
Luego de dos temporadas en Primera División ha descendido el RCD Espanyol. En todos los medios españolistas estarán repasando las imágenes de la acción de César Montes en lo que pudo ser el tercer gol de su equipo, o el supuesto penal no visto sobre Martin Braithwaite a un minuto de que se cumpliera el tiempo adicionado.
Pero no importa si el delantero perico le cometió falta a Mamardashvili, o si Gayà acometió al danés fuera de la ley en su búsqueda de cortar el avance catalán. El Espanyol rozó el milagro, pero está claro que ha hecho todo por conseguir este desenlace.
Por supuesto, se puede decir que Cádiz, Almería, Getafe o Valladolid podrían haber dejado puntos por el camino. No los dejaron, y fue el club de Cornellá el que no logró sumar lo suficiente.
A pesar de tener al potencial Zarra y ser, con mucho, el equipo con más goles a favor de los que lucharon por no descender (para encontrar uno con más goles hay que ascender hasta el puesto 9, donde se encuentra Girona y sus 57 goles), el Espanyol nunca fue seguro en defensa.
Sólo mantuvo el arco en cero en tres de los primeros diecinueve partidos. Ni Fernando Pacheco, que salvó varias veces la ropa, ni César Montes, alcanzaron para detener la sangría.
Las fechas 24 a 29 se saldaron con seis derrotas consecutivas, en las que recibió 15 goles y un invalorable golpe a la autoestima de un club que, desde ese momento, se vio de lleno en la lucha por la permanencia.
Y entre las fechas 24 y 31 el club perico sumó sólo un punto de 24 posibles. En ese mismo parcial Valladolid sumó once, Celta doce, Almería ocho y Cádiz siete. Se dejó estar, o no supo cómo currárselo, y la tortuga acabó alcanzando a la liebre.
El partido frente a Barcelona representó el punto más notable de la debacle. En el enfrentamiento del Camp Nou, los pericos festejaron por todo lo alto el 1-1 conseguido. ¿Y de qué sirvió? Acaso con la oreja mojada, el culé ganó en Cornellá con escándalo – llegó a ponerse 0-4 – y, encima, cantó el alirón. El lamentable hecho del final, con los ultras invadiendo el campo de juego, le puso la guindilla.
Reaccionó el equipo, pero ya era tarde. Una buena victoria ante Rayo Vallecano en Madrid y el 0-3 remontado ante Atlético de Madrid – si no empataba era equipo casi de Segunda – prolongaron la agonía. Tal vez, si se hubiera acordado antes de jugar así, distinto habría sido el final.
Ante Valencia rozó el milagro, pero acabó perdiéndolo – aunque, en los números, haya sido empate – en la última jugada y con polémicas arbitrales. Pero a no engañarse. Gil Manzano no envió a Espanyol a Segunda. Hay que repasar toda la temporada. Cada equipo jugó 37 partidos. Hubo equipos que puntuaron para no descender. Quizás sea buena idea mirar lo que han hecho. Y rearmarse para volver a Primera cuanto antes.