1 de junio de 2023

Esteban Perriset: Sobre el tiempo efectivo de juego

Foto: Al-Ahram

La FIFA quiere solucionar el problema de las excesivas pérdidas de tiempo durante los partidos. Una de las opciones es detener el reloj durante las interrupciones, como ocurre en el básquet y otros deportes. ¿Sería viable? ¿Podría aplicarse? ¿En qué cambiaría el juego?

Año 1891. Partido válido por la primera división inglesa entre Aston Villa y Stoke City. Cerca del final del tiempo reglamentario, hay un tiro libre para Stoke City, que pierde 2-1. Es su oportunidad de empatar el partido, y no más, porque no hay tiempo adicionado. Sólo se jugará hasta que el reloj marque el final del último minuto. Los jugadores de Stoke se preparan para ejecutar la acción, pero… De pronto, el portero del club brummie sale disparado de su puesto. ¿Deja la puerta libre? ¿Qué hace este tío?, se preguntan los pocos espectadores que han decidido desafiar el frío de noviembre. Nadie puede dar crédito a lo que ve cuando Albert Hinchley, tal el nombre del cancerbero, chuta con fuerza la pelota, sacándola del estadio. Estupor. Los visitantes se quedan helados. Hasta que, en un súbito movimiento, como si un rayo pasara por su cabeza, un jugador de Stoke City corre a buscar la pelota. Quedan pocos segundos y, si no se logra hacer el tiro libre en ese tiempo, el partido terminará con el marcador favorable al Villa. Dice la leyenda que los sucesos recién narrados hicieron que la FA (asociación inglesa de fútbol) incorporara el tiempo adicionado al final del partido, para recuperar el tiempo perdido.

Después de más de cien años no se puede asegurar que eso sea cierto. Da igual. Desde que se decidió que los partidos de fútbol tengan una duración determinada, jugadores y entrenadores por igual conocen la importancia de manejar el reloj. Juego lento, o tranquilo, en los últimos minutos de un partido en que se va ganando. Cambios en el tiempo adicionado. Recogepelotas que demoran el servicio del esférico. Jugadores que dejan pasar bolas dirigidas a ellos. Porteros que se tiran al suelo tras tomar el balón, o que demoran el chutazo. Son innumerables las tácticas desplegadas para hacer que se pasen los últimos minutos y se certifique la victoria propia. A veces, los árbitros castigan esas acciones adicionando más minutos que los que pensaban en un principio. Un pequeño atisbo de justicia. Hay jugadores que se dan cuenta de esto y reprenden a sus compañeros. “Levántate, que van a dar minutos [adicionados]”, se escuchó decir a un jugador del River Plate argentino en los minutos finales de un partido que su equipo ganaba por un gol.

Ejemplos como este último, sin embargo, son rarísimos. Y en los últimos tiempos el asunto del tiempo extra tomó una trascendencia nunca vista cuando, en el Mundial de Qatar, se vieron partidos con siete, ocho o hasta diez minutos agregados. Se puede argumentar que se debe al VAR y los minutos que demanda verificar las acciones dudosas. Quedarse con el VAR, sin embargo, significaría ignorar que parte de la decisión se debe a las pérdidas de tiempo durante las acciones normales de juego. “Se pierden alrededor de nueve minutos por partido en laterales y otros nueve en los saques de puerta”, calculaba el mítico Pierluigi Collina en una entrevista con ESPN. El mismo exjuez italiano confirmaba que en Rusia 2018 ya se había empezado a estudiar el tiempo insumido en las interrupciones.

Ahora, tras Qatar, la FIFA plantea importar una idea ya presente en otros deportes como el básquet y el hockey sobre césped. En esos deportes, el reloj sólo corre mientras la pelota está en juego. Mientras no se juega el tiempo no avanza. Este mecanismo, denominado tiempo efectivo, promete despertar polémica en un ambiente siempre conservador – recordemos los tiempos primigenios del VAR.

¿Puede ser beneficioso? ¿Puede mejorar el juego?

En principio, que se deba cumplir con un tiempo efectivo de juego impide las pérdidas de tiempo clásicas de fin de juego. Nadie podrá hacer tiempo: los segundos no avanzan mientras la pelota no está en juego. Demorar un tiro libre, tardar en salir al ser reemplazado, quedarse en el suelo tras un golpe, son acciones que retrasarán el final del partido.

No sólo eso. También se evitarán polémicas y protestas acerca de la cuantía del tiempo adicionado, ya que éste naturalmente no existirá. No hay manera de beneficiar o perjudicar a un bando si el único tiempo que se cuenta es aquél en que se está jugando. Adiós a “Nos detuvo el juego antes de hacer el saque de esquina”, “Nos empataron después de ocho minutos de tiempo adicionado, fue demasiado” y argumentos similares. ¿Quedan veinte segundos? Pues se juega veinte segundos, ni uno más ni uno menos. ¿Se terminó el tiempo? Se terminó, y nada que decir.

Habrá menos juego especulativo. Se irá comprendiendo la inutilidad de las estrategias basadas en la pérdida de tiempo. En el mejor de los casos, si se quiere cuidar un resultado favorable, habrá que montárselo para hacerlo jugando. ¿Tener la pelota, evitando que la tenga el rival? ¿Ataque constante? ¿Apostar a la circulación? Ya se verá. El fútbol se oxigenará. Nuevas reglas, nuevas estrategias y tácticas.

La única contra que le veo es la dificultad de medir el tiempo con exactitud. Se necesitaría que el árbitro, naturalmente en posesión del cronómetro, reaccione rápido ante las contingencias del juego. Y un par de definiciones. Por ejemplo, en un saque de meta, el tiempo en que el portero toma carrera, ¿es parte del tiempo activo o no? Y cosas así. No es difícil de resolver, y la mejor prueba es que ya hay deportes que lo han hecho. En todo caso, hay que capacitar a los árbitros.

El tiempo efectivo de juego traería justicia, asimismo, a los espectadores. ¿Quién no se ha quejado de que un partido es aburrido, que los equipos se dedican a no atacarse, que un equipo hace un gol y se dedica a esperar que pase el tiempo? Con este sistema el que va a ver un partido se garantiza que verá una cantidad de minutos de juego.

El del tiempo efectivo es un debate que ya se ha iniciado, y que es imposible detener. Hace ciento treinta años, no existía el tiempo adicionado, y hoy nadie se representaría el fútbol sin él. Lo mismo ha pasado con el VAR. Ojalá 

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