Las clasificaciones muchas veces son las razones por la presión puesta al equipo, los futbolistas y los entrenadores. También pueden significar una gran diferencia entre tener un fútbol base amplio o no, algo que al final resulta en más o menos ingresos.
El primer objetivo del fútbol como deporte siempre ha sido marcar goles, más que el rival, y así ganar partidos. Con la integración de las clasificaciones los partidos se convirtieron en una partida larga, una liga que sólo uno puede ganar. Para ampliar aún más se inventaron los ascensos y descensos, es decir, el movimiento de clubes entre niveles más altos o más bajos. Esto es lo que ha creado la competición. Y para no perder el hambre siempre se buscan más maneras de seguir ganando y así avanzando.
Pero si miramos al fútbol 7 nos encontramos con un choque entremedio. En el Prebenjamín no hay ascensos y descensos. Pero sí que hay clasificaciones aunque todos participan en el mismo nivel. Sin embargo, en el Benjamín y el Alevín ya no es el caso. Ya con 8-9 años, en Catalunya, se introducen el ascenso y descensos con clasificaciones de diferentes nivel, como Preferente, Primera, Segunda etc. Eso quiere decir que los clubes más potentes, o simplemente los que se encuentran en las categorías más altas, tienen más poder en fichar jugadores de otros clubes para así mantener su nivel, a coste de los demás, pero eso es asunto para otro día.
Las clasificaciones promueven el resultadismo, sin duda, y un poco de competición no está mal para aprender a esforzarse, aunque no a cualquier precio obviamente. Según una encuesta, una gran mayoría estuvo a favor de tener clasificaciones en el fútbol 7, es decir tener ligas.
La próxima pregunta era si deberían existir los ascensos y descensos. Antes de revelar la respuesta de opinión hay que mirar algunas normas del fútbol 7. Primero, como en cada categoría desde Prebenjamín hasta Cadete, hay dos edades. Es decir primer año y segundo año. En el fútbol 7 esa diferencia entre ser de primer o segundo año físicamente puede ser muy grande. También lo cognitivo, pero se nota más lo físico.
Pasa muchas veces que un jugador una temporada está en un equipo ganador para que en la siguiente estar en un equipo que pierde mucho, simplemente por el asunto de edad. Añadimos también que el reglamento dice que todos los convocados han de disputar al menos dos partes del partido, o sea la mitad. Además es prohibido hacer cambios durante el juego mientras no ser de la cuarta parte o entre partes.
Tomando estos variables en cuenta nos encontraremos con equipos que a lo mejor durante tres partes van ganando y en la última pierden simplemente por completar con el reglamento. La culpa luego se caerá a los jugadores «malos» y los entrenadores. Los entrenadores lo pueden aguantar, en principio, pero un futbolista de 8-11 años no, y es muy probable que perderá las ganas de seguir jugando si pasa a menudo.
El ascenso y el descenso pone presión a los clubes también. Eso está claro. Hasta en el fútbol amateur hay jugadores que deciden irse al club de a lado simplemente por querer jugar en una categoría más alta aunque en realidad no hará mucha diferencia. En el fútbol base una categoría podría ser la diferencia entre tener 20-30 fichas más, fichas cuya generación de dinero para clubes más pequeños son importantísimos.
Un futbolista pensando que con 10 años jugando en tercera o primera hará mucha diferencia ya está de mal camino. Un club de tercera fácilmente puede crear una buena formación mientras quiera. También asunto para otro día.
Luchar por el ascenso puede ser un objetivo divertido de corto plazo, pero ¿qué sirve ganar un ascenso si la temporada siguiente ni siquiera seguirás en el mismo equipo? ¿Quién gana de esto? El club. ¿Y para qué? ¿Para poder fichar jugadores de otros clubes y poder convencer a los suyos mismos de no irse? Pues sí, allí está la realidad cruel que se lleva la existencia de ascensos y descensos.
Cuando preguntamos en la encuesta lo que opinaban nuestros seguidores, ésta fue la respuesta:
