El 12 de marzo de 2020: El Covid irrumpe definitivamente en el mundo del deporte. La Federación Catalana de Fútbol sigue los pasos de los colegios y prohíbe la práctica deportiva para frenar los contagios.
Casi se cumple un año en el que nuestras vidas daban un vuelco. Jamás imaginamos que nuestros propios hogares serían nuestras celdas y empezamos a experimentar en nuestras carnes lo que significa estar privado de libertad. Creíamos que nuestra pena sería de «dos semanas y un día». Nos mandábamos mensajes por Whatsapp en el grupo del equipo de fútbol:
«En un par de semanas, a ver si han bajado los contagios y ya podemos empezar a entrenar!»
Pero pasaban las semanas, y nuestras vidas transcurrían entre paredes, viendo como cada día que se consumía, el día de nuestra liberación parecía más lejos. Y así fue hasta el 26 de abril, en el que como una pequeña rendija de luz en la oscuridad, se permitían salidas en franjas establecidas para cada rango de edad.
A esas alturas, ya dábamos por terminada la competición deportiva. Nuestros pequeños y jóvenes llevaban encerrados sin salir de sus casa desde hace 45 días. Volver a sentir la brisa y cerrar los ojos por el brillo del sol, lograr dar 6 pasos sin ningún obstáculo, correr, jugar, molestos eso sí, con ese nuevo atuendo cubriendo nariz y boca, con el que se familiarizarían más adelante, siendo los que mejor cumplen las normas de seguridad.
El 6 de mayo se daban por terminadas las competiciones. Con prácticamente la mitad de la temporada por jugar, era inviable seguir dada la situación. Por el camino, la FCF se metió en uno de sus primeros líos: su decisión de declarar nula la temporada y no otorgar ascensos ni descensos de categoría, decisión opuesta al resto de las federaciones de otras comunidades.
Gracias a las medidas adoptadas, la llegada del verano y el buen tiempo, nos sirvió para degustar de nuevo, algunas de las cosas a las que antes no dábamos valor. Pero éramos conscientes de que no podíamos bajar la guardia, porque el virus acechaba.
Nos preparábamos, ahora sí, para la nueva normalidad. Los colegios volvían a abrir después de más de medio año cerrados. También el deporte federado. Los niños volvían a vivir como niños; o casi.
Pero muchas cosas habían cambiado. Había que cumplir una serie de medidas de seguridad: Toma de temperatura a la entrada, mascarilla puesta, gel hidroalcohólico en las manos, distancias de seguridad, vestuarios cerrados, etc.
Los clubes asumían la responsabilidad de garantizar estas medidas. El público, o mejor dicho, los padres y madres, empezaron llenando de nuevo las gradas, pero finalmente, ante la imposibilidad de garantizar las distancias y medidas de seguridad, hicieron que la mayoría de ayuntamientos decidieran prohibir la entrada, al tratarse de campos municipales.
Se empezaron a jugar los primeros amistosos. Se notaba claramente que la inactividad había hecho mella en los niños. Pero deporte es salud, y los entrenos volvían a poner a tono esos cuerpos saciados de sedentarismo.
También empezaron los primeros confinamientos. Se adivinaba una temporada que no iba a ser como el resto. Más aún cuando abandonáramos el verano y llegara el mal tiempo, y de nuevo, dentro de esa nueva normalidad, empezáramos a frecuentar más los espacios cerrados que los abiertos.
Pero quién no parecía prever que la actual, no sería una temporada normal, era la Federación Catalana de Fútbol. Confeccionó un calendario repleto de sábados y domingos. Como cualquier temporada anterior. Como si el virus no hubiese existido nunca. Como si resultara imposible que se pudiera suspender ninguna jornada.
Hecho el calendario, solo faltaba una cosa: solicitar los pagos de mutualidad, fichas federativas, etc.
El pago, por supuesto, iba acorde con el calendario establecido: A tope. No se contemplaba que ni tan siquiera pasara como la temporada anterior, de la que solo se pudo disputar la mitad. No. El pago, así como el calendario vislumbraban una temporada completa.
Así pues, la gente empezó a realizar los pagos. Pero como ya se preveía, la temporada no llegó apenas a dar sus primeros coletazos y ya estábamos con campos cerrados por nuevas medidas debido al incremento de contagios y muertes.
Las semanas posteriores, la limitación de movilidad por municipios o comarcas, más la limitación horaria, dificultaron los entrenos, al quedar algunos jugadores y jugadoras «cortados» al otro lado de la frontera. Reorganizaciones de horarios de entrenos, para dar cabida a los mayores por el toque de queda, positivos que se producían tanto dentro como fuera, que o bien repercutía individualmente en uno o varios jugadores, o confinaban un equipo entero 10 días.
Con estas condiciones en los entrenos, se hacía difícil pensar en el inicio de la competición.
No obstante, la Federación Catalana sí que lo veía claro. Exigía comenzar la competición a pesar de la situación. Incluso amagaron con comenzar el 5 y 6 de diciembre desatendiendo los criterios del Procicat y poniendo en entredicho la gestión de la Generalitat durante la pandemia.
Las fechas navideñas, como era de esperar, nos dejaron de regalo nuevas restricciones para enero mientras el nuevo calendario competitivo veía una vez más fines de semana en blanco.
Y llegamos a la actualidad. Unos, asumiendo que volver a la absoluta normalidad todavía no es viable. Otros, convencidos de que sí lo es. Y entre los convencidos, está la Federación Catalana de Fútbol, intentando restablecer su competición una y otra vez. Nuevo último intento, en el mes de marzo.
¿Se podrá competir finalmente en marzo?
¿Devolverá la FCF el dinero de las cuotas proporcional al tiempo no disputado?
¿Devolverá íntegramente el dinero de las cuotas en caso de no poder competir finalmente?
¿No hubiese sido mejor haber planteado los pagos federativos fraccionados por ejemplo en tres partes, y, haberlos hecho efectivos a medida que la competición se hubiese podido disputar?
¿No hubiese sido mejor plantear desde el inicio para esta temporada una competición alternativa con grupos de equipos muy reducidos y acotados al máximo dentro de una misma zona?
Cuando volvemos la vista atrás y recordamos esos 6 meses sin pisar el césped, ahora mismo el simple hecho de poder entrenar nos parece gloria. La guinda es la competición. Todos queremos volver a llenar los fines de semana de fútbol. Pero muchos somos los que queremos seguir las indicaciones que nos hacen desde el sector sanitario, porque son ellos los profesionales que nos deben guiar para volver a la normalidad. Por eso, sería imprescindible la coordinación y el entendimiento entre la FCF y PROCICAT con más previsión y mirada puesta en el horizonte para competir de nuevo, cuando sea posible hacerlo con seguridad para todos y sin contribuir a la propagación del virus.