
Peleas, goleadas irresponsables, odiar al rival antes de amar al equipo etc. El fútbol se está muriendo mientras más y más gente lo deja atrás.
Al nivel internacional se ve cómo el dinero invertido en los clubes grandes sigue subiendo de cantidades astronómicas. En Inglaterra, este enero, los clubes de la Premier League gastaron más de 1.000.000.000 de euros en fichajes mientras que en Francia, España, Italia y Alemania se gastaron 350.000.000 de euros en las cuatro ligas en conjunto.
El dóping económico hace que hoy en día los clubes obtienen una imagen más plástico que nunca ya que ya no es un asunto de jugar el mejor fútbol, sino comprar los mejores jugadores y así ganar títulos.
Antes había rivalidad entre los clubes por asuntos políticos, de regiones o simplemente entre familias. Obviamente no siempre ha sido una historia bonita, pero antes al menos una rivalidad tenía que ver con el fútbol y no con cuanto dinero tenías en el banco.
En el fútbol amateur la historia es diferente. Más allá donde no haya tanto dinero, el éxito en el campo se crece aún más importante. Es decir, en una liga donde el primero o, en algunos casos también el segundo, puede ganarse la promoción y un paso más cerca del nivel profesional, donde el dinero está, perder un par de partidos no es plan. Un club que apuesta por subir de categoría no tiene el lujo de no ganar cada partido que juega.
Ya que nos encontramos en una situación donde la importancia de ganar se hace tan grande, también crea una rivalidad competitiva que antes a lo mejor no existía. Esto implica a intentar desmantelar al rival de cualquier manera. Puede ser intentar lesionar el mejor jugador, provocar que el rival se saque tarjetas y sanciones, o que haya situaciones donde se usa el racismo para afectar negativamente al rival.
Este tipo de actitud no solamente se ve en el fútbol amateur sino también en el fútbol base. El asunto de ganar hace que muchos equipos, desde los entrenadores, los padres, los aficionados y los propios jugadores hagan lo posible para lograr los tres puntos. Hoy en día no solamente puedes afectar un partido sino más. Si provocamos a un jugador hasta que tire la toalla, nos devuelve «el favor» y el árbitro le expulsa, quizá tendrá una sanción de varios partidos. En ese caso puede que se quede aún más castigado el club. No defenderemos las acciones del jugador expulsado, pero a la vez pasa demasiado que el bulluying psicológico entre en los campos sin que nadie nunca acabe siendo castigado por ello. Tristemente, al volver al racismo, es una de las grandes causas detrás todo esto.
¿Cuándo perdimos la batalla dejando que el odio para el rival se hizo más grande que el amor para el propio equipo?
Es como ir a un partido del Barça y los aficionados llevan una bufanda con la palabra «Antimadridista» en lugar de «FC Barcelona». Parece que el odio importa más que el amor, ¿no?
También lo sucedido con la muñeca de Vinicius Jr. ante el derbi entre el Madrid y el Atleti es una gran señal que estamos yendo por un camino muy oscuro. El ánimo al propio equipo siempre ha sido algo grande, especialmente en Inglaterra, Alemania, los países nórdicos, pero también en Sudamérica y Turquía. Bueno, en cada país siempre hay algún o algunos clubes con hinchas muy famosos por el ambiente que crean en sus campos.
El ambiente en el fútbol catalán tiene la ambición de ser de gran nivel, mientras queramos.
Un gran problema en los campos siempre ha sido el consumo de alcohol. Gente tímida que quizás no diría nada, de repente se convierte en la peor versión de si misma por la dicha causa. ¿Quién no ha visto una pelea en la grada entre aficionados/padres/rivales que quizás sin el consumo del alcohol se hubiera podido evitar?
El otro día vimos un entrenamiento de niños y niñas. Eran escoletas o quizás prebenjamines. Los padres estaban apoyando, aplaudiendo y los niños con sonrisas enormes por el apoyo. Era una imagen tan bonita y refrescante que parece hace mucho no haberlo visto. En estas edades aún no ha entrado la idea del resultadismo, al menos no en los jugadores. Un poco sí, pero no como en otras edades más mayores.
Hubo una niña que jugó con los niños. Tenía un año menos que los demás pero por físico parecía más grande. Se notaba que estaba un poco despistada en el campo, pero con la pelota sabía exactamente lo que tenía que hacer. Acabó marcando tres goles y los padres, los otros niños y hasta los que jugaban en el equipo contrario le felicitaron por lo que logró hacer. No hay duda que esta niña, a pesar de no entender lo que había pasado, se sentía muy bien.
Ojalá pudiéramos volver a tener esto en el fútbol. Lo que podemos aprender de los pequeños. Ganar o perder, coger la mano, tratarnos con respeto y desear toda la suerte en el futuro, porque al fin y al cabo hacemos lo que hacemos por una misma razón, no por el odio, sino por el AMOR.
Un recordatorio para todos nosotros. Comenta tu opinión abajo: